Después de más de 20 años esperando que la saga se fuera a Japón, tengo una sensación que no esperaba: decepción. No una decepción puntual, de las que se olvidan al día siguiente, sino de esas que te remueven un poco por dentro. Porque este juego no es el Assassin’s Creed en Japón que llevamos esperando dos décadas. Es otra cosa. Algo que intenta parecerse a lo que fue esta saga… pero se queda solo un burdo disfraz de Aliexpress.
Desde las primeras horas, la jugabilidad deja claras sus intenciones: repetir, repetir y repetir. A partir de la quinta o sexta hora, ya has hecho absolutamente todo lo que harás durante el resto de la partida. Las misiones se reducen a matar objetivos. Da igual que te las vendan con nombres distintos o pequeños giros argumentales: todas tienen el mismo patrón, y todas se resuelven de la misma manera. No hay emoción, si hay estrategia y sobre todo, no hay variedad. Sólo un bucle constante que convierte el juego en una especie de castigo diario, como si fuese el día de la marmota con katanas.
Es bastante decepcionante revelar mapa, y a las 10 o más horas, darte cuenta que un castillo que ya has hecho o una misión secundaria, tienes que repetirla porque la misión principal de turno es solo eso. No hay más. A esto se le suma que el árbol de misiones es confuso, con tareas que parecen secundarias pero bloquean el avance principal. Todo parece pensado para alargar artificialmente la duración. En este juego el jugador no es el centro de atención, sino que lo es tu tiempo, muchas horas, y Ubisoft ha diseñado específicamente, no para que te diviertas, si no para que lo pierdas.
La historia principal arranca con fuerza, pero de repente se desinfla y da paso a lo que parece una nueva narrativa diferente para cada personaje. No hay un hilo conductor real, no hay una motivación fuerte que te empuje a seguir. La narrativa está cortada por la mitad. Y si esperabas alguna conexión con el mundo actual, con los asesinos y templarios, con ese trasfondo que siempre ha sido parte del alma de la saga… olvídalo. No hay nada. Literalmente nada. O está tan escondido que tendrías que echarle 100 horas más para ver algún atisbo. Yo, después de más de 40, no encontré nada.
¿Se habla de los templarios y asesinos y la hermandad? Si, pero en un contexto de Japón y alrededor de los personajes, pero nunca como hilo conductor de ningún tipo y mucho menos en el presento o hilando con otros juegos. Todo esto no es que se haya reducido como entregas anteriores, es que directamente no existe.
Y es una pena, porque visualmente, el juego es impresionante. En PC, con RTX al máximo, Shadows se ve de escándalo. Los biomas son variados y preciosos, seguramente los mejores escenarios de toda la saga. Pero lo visual, por espectacular que sea, no salva un juego vacío por dentro, sin alama. Cuando lo único que puedes destacar son los gráficos, es que algo muy grave está fallando.
El combate y el sistema de progresión siguen la misma línea: simplificación absoluta. Las habilidades apenas tienen impacto, y las armas carecen de variedad real. Yo jugué prácticamente todo el juego con las mismas. Hay efectos como veneno o fuego, sí, pero son tan poco efectivos que apenas se notan. Todo da igual. Da igual cómo juegues, da igual qué elijas, da igual qué estilo tenga porque al cabo de un tiempo tu dedos van solos dando a los botones y la estrategia es nula. El sistema de batalla es plano, carente de alma y de profundidad.
Y es aquí donde se hace evidente la verdad más dolorosa: Assassin’s Creed Shadows no es un Assassin’s Creed real. Es otro clon genérico de la saga pensado para intentar plantar cara a Ghost of Tsushima pero sin pasión, sin intención de entretener. Parece hecho con desgana, con una plantilla prefabricada de RPG de mundo abierto marca Assassin’s Creed, dirigido a un público que no busca un Assassin’s Creed, sino otra cosa. Ubisoft no ha hecho este juego para emocionar, ni para entretener al jugador o para darle algo que recuerde. Lo ha hecho para que pases tiempo dentro, y para que —quizá— termines soltando dinero en alguna microtransacción. Su único objetivo, es ese.
Y esa es la sensación que me queda al terminar: no han querido hacer un buen juego. Han querido atraparte. Tenerte ahí dentro, conectado, como en un trabajo a tiempo completo. No quieren que disfrutes. Quieren que no te vayas.
Por eso, para mí, este juego es el fin de una era. Me bajo del carro. Este nueva saga de Assassin’s Creed no es para mi. Me niego a perder el tiempo y encima pagar dinero por ello. Este es el requiem de lo que alguna vez fue una de las grandes sagas del videojuego.
Un minuto de silencio por Assassin’s Creed.
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